jueves, 29 de noviembre de 2012

Responsabilidad ulterior en tiempos de campaña electoral

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Paulina Mogrovejo Rengel *
* Doctora en Jurisprudencia, Especialista en Derechos Humanos, Investigadora Social, Coordinadora Proyecto Observatorio de Comunicación y DDHH Defensoría del Pueblo de Ecuador y Ex Secretaria Relatora del a Comisión Especializada Ocasional de Comunicación de la Asamblea Nacional del Ecuador.


La Constitución de la República reconoce que todas las personas, comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades que habitan en el Ecuador son libres e iguales, con los mismos derechos y las mismas oportunidades, lo que se convierte en el principal patrón jurídico de las acciones sociales para garantizar una sociedad democrática, incluyente, respetuosa de los derechos fundamentales, las culturas y la diversidad.
Esto constituye un principio de la democracia, que funciona cuando las condiciones políticas y jurídicas favorecen la participación social más allá de los procesos representativos, en el marco de la presencia ciudadana en la toma de decisiones del poder público, así como en el control social para que sus actos sean consecuentes con los derechos sociales y la dignidad de las personas.
Esto es posible, cuando las personas pueden desarrollar su personalidad en entornos ambientales y sociales favorables, donde el ejercicio de pensar y expresarse libremente pueda realizarse sin censura previa y con responsabilidad ulterior, para lo cual es fundamental que la información que reciben por parte del Estado y los particulares, a través de los medios de comunicación social, en todas sus modalidades, se realice de manera veraz, verificada, contextualizada, oportuna y plural. 
 
Lo plural, que tiene que ver además con el derecho a una comunicación intercultural, incluyente y participativa, debe permitir a las personas, considerar todos los puntos de vista, en su propia lengua y sus propios símbolos. 

Por lo tanto, la libertad de información debe ser entendida en conjunto con el derecho a la comunicación, partiendo de los siguientes principios:
  • Libertad de expresión sin censura previa, con responsabilidad ulterior y sin discriminación.
  • Búsqueda, intercambio, producción y difusión de información libre, responsable, ética y respetuosa de la dignidad humana, el orden público y la salud pública.
  • Derecho a recibir información veraz, verificada, oportuna, contextualizada, acerca de los hechos y acontecimientos de interés general.
  • Comunicación intercultural, diversa, incluyente y participativa.
  • Diálogo nacional, participación y control social.
Ahora bien, en el ejercicio de la política, más concretamente en el plano de la promoción electoral, los candidatos y candidatas, así como sus partidos políticos, tienen garantizado constitucionalmente su derecho a la libre expresión y opinión, con la finalidad de que puedan transmitir sus ideas e intenciones a la ciudadanía y esta a su vez haga la mejor elección respecto a las dignidades que dirigirán el futuro del país. Esto hace posible el diálogo y la participación social y fortalece la democracia. 
 
Pero este ejercicio, que se ha venido realizando sin censura previa a través de los medios de comunicación social en todas sus modalidades, también está sujeto a responsabilidad ulterior como en todas las demás circustancias, dado que la ley es para todos y su condición de candidatos de ninguna forma otorga inmunidades para afectar la dignidad de las personas y los grupos sociales. 
 
Esto quiere decir, que las expresiones de los candidatos y las candidatas a la Presidencia de la República y cualquier otra dignidad de elección popular, se encuentran limitadas democráticamente para evitar que las mismas atenten contra la moral y la reputación de los demás, así como para que no tiendan a incitar el odio nacional, la guerra, la discriminación, la homofobia, la xenofobia y otras que menoscaban o anulan el ejercicio de los derechos de otras personas y grupos sociales. 
 
Estos límites y las responsabilidades ulteriores, se encuentran tipificados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la Convención Americana de Derechos Humanos y en la Constitución de la República, como mecanismos de protección de los derechos fundamentales; y, en el Código Penal ecuatoriano, que prohíbe con prisión de seis meses a tres años, “el que públicamente o mediante cualquier medio apto para su difusión pública incitare al odio, al desprecio, o a cualquier forma de violencia moral o física contra una o más personas en razón del color de su piel, su raza, sexo, religión, origen nacional o étnico, orientación sexual o identidad sexual, edad, estado civil o discapacidad” (Art, innumerado, capítulo delitos de odio CP). 
 
De tal forma, que los habitantes del Ecuador estamos amparados por la normativa constitucional y legal y ninguna persona, mucho más si aspira ser autoridad del país, tiene derecho a vulnerar nuestros derechos constitucionales. Acciones como incitar al rechazo de los grupos LGBTI como últimamente estila el candidato Nelson Zavala no solo que resulta una verguenza quizá para los miembros del mismo partido que no se han pronunciado al respecto, o para el país entero que camina sobre senderos de igualdad, sino que están sujetas a responsabilidad ulterior que el candidato tendrá que asumir si no rectifica su posición. 
 
Que no crean, algunos candidatos como Nelson Zavala y otros, que porque fuerzas de oposición entre las cuales se encuentra su partido político, que bloquearon la expedición de una Ley Orgánica de Comunicación, argumentando que la mejor ley es la que no existe, sus expresiones discriminatorias pueden quedar en la impunidad. Cumplir y hacer cumplir la Constitución de la República es el más alto deber del Estado y el reto principal de los organismos de control. 
 
Por su parte, desde la ciudadanía es momento de iniciar un diálogo nacional con respecto a la responsabildiad ulterior en el ejercicio de la política (candidatos y autoridades) y defender los derechos fundamentales de todos y todas, a través de los mecanismos de control social y el ejercicio de la participación en los procesos de comunicación




miércoles, 31 de octubre de 2012

El quinto poder en el ejercicio del derecho a la comunicación


Transcurrida una década del siglo XXI, las relaciones mundiales se presentan en el marco del capitalismo tardío, en medio de centros de poder económico y periferias que existen en permanente tensión. En este contexto, las grandes empresas transnacionales, junto a grupos económicos regionales o locales y gobiernos afines, buscan  "consensos" a favor del pensamiento único neoliberal, mediante la convergencia de las telecomunicaciones, la industria cultural y las TIC, concentradas en grandes monopolios de la información y la comunicación. 1

Con esta lógica, se producen y reproducen contenidos televisivos, cine, deporte, información y  publicidad, dentro de un discurso mercantil, discriminador y excluyente. Temas como la formación ciudadana, la educación y la opinión para la democracia, los problemas sociales como la pobreza, la exclusión, la violencia o los dramas de los grupos vulnerables quedan fuera de las agendas mediáticas, excepto si son entretenimiento o publicidad. 2

En este contexto, los ciudadanos globales se van convirtiendo de a poco en consumidores sin restricciones, personas intolerantes, hedonistas, falsamente progresistas, excluídas en el acceso a la información, al conocimiento y a las TIC,  víctimas de la infopobreza y el analfabetismo tecnológico. Y lo que es peor, acostumbrados a estereotipos y fenotipos discriminatorios contra mujeres, jóvenes, indígenas, afrodescendientes o personas con discapacidad o nacionalidad diferente, a los que consideran "anormales", o "inferiores".

En la América Latina de hoy,  la producción y distribución de  contenidos excluyentes y discriminatorios a través de los monopolios de la información y la comunicación ha provocado una permanente tensión entre el poder político y los medios de comunicación, convertidos hoy en día, en los principales actores políticos que defienden la libertad de expresión, desde la perspectiva neoliberal.

En el caso de Ecuador, nuestros esfuerzos por resistir la presión mediática internacional o regular el monopolio de la convergencia tecnológica son insuficientes, debido a la ausencia de una ley  de comunicación que regule los  contenidos y la publicidad, así como garantice una equitativa distribución del frecuencias del espectro radioeléctrico a favor de los medios comunitarios. Al menos algunos gobiernos locales como Quito, tratan de controlar la publicidad de vallas ubicadas en los espacios públicos.

Frente a esta realidad, las personas, comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades, en en ejercicio de su condición de "quinto poder", tienen la responsabilidad cívica e histórica de exigir a las empresas de comunicación que respeten sus límites, a través de los mecanismos constitucionales de participación  y control social encaminados a  promover y proteger  el interés público,  los derechos fundamentales y la lucha contra la discriminación. 

Porque es momento de visibilizarnos como sujetos de derecho y no como  mercancías, sólo la acción social de los habitantes del Ecuador, como primeros fiscalizadores del poder público y privado, hará posible transformar  esa visión deformada de la realidad y construir discursos consecuentes con la democracia y la dignidad humana.
 
1 Todos sabemos de las corporaciones globales de medios de USA y Europa que tienen una presencia mundial y consolidan y extienden esa presencia. Las seis mayores hasta la próxima fusión son News Corporation de Murdoch, AOL Time Warner (USA), Walt Disney Co (USA), Bertelsmann AG (Alemania), Viacom (USA) y Vivendi Universal (casa matriz en el Reino Unido, la respuesta europea a la fusión AOL Time W.).
Pero además, la globalización y las políticas de convergencia tecnológica (telecomunicaciones + industrias culturales + tecnologías de la información) generaron una clase global de magnates locales de medios, que manejan sectores claves de sus economías nacionales, tienen enorme poder político y gran influencia en la agenda pública cotidiana. (Fiol: 2001)
2Según un estudio desarrollado por la Defensoría del Pueblo de Ecuador, las personas adultas mayores son casi inexistentes (menos del 1%) en publicidades y programas. El 78% de los hombres es tomado en cuenta para opiniones en noticieros, mientras que las mujeres solo tienen un 22% de participación. Este dato llama la atención si tomamos en cuenta que el 50,4% de la población ecuatoriana son mujeres. Solo un 4% de los personajes son indígena y afro descendientes en publicidades. En programas de comedias la participación de los afros es de 8% con el estereotipo de que son delincuentes.


martes, 28 de agosto de 2012

Autodepuración como salida democratica contra el oportunismo

En una dimension individual, los partidos y movimientos políticos permiten expresar el ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos a la libertad de pensamiento,  a la asociación y a elegir y ser elegidos para los cargos de elección popular como autoridades ejecutivas o  conformar el poder legislativo a traves del Parlamento.

En la dimensión social.  los movimientos y partidos políticos se constituyen en la expresión de cada una de las ideologías de los grupos sociales que buscan administrar el Estado, producir leyes o el control político desde el Parlamento desde sus miradas ideológicas. Cuanta mayor pluralidad ideológica exista, más democrática será la representación política del poder; y, el corte ideológico correspondiente que definirá la toma de decisiones en ejericio de la potestad estatal también será más diverso.

Por lo tanto, si por efecto de la voluntad popular, un partido o movimiento político de derecha alcanza el poder, la dirección del Estado tiene un corte de defensa de las libertades individuales y la propiedad privada. Si es de línea progresista, promoverá mayor intervención del Estado en la economía y  relaciones de produccion mas equitativas y comunitarias. Siendo que esto depende de la voluntad popular de la mayoría, cualquiera que sea la ideología en el poder, es legítima, igual que lo es, la oposición de los otros sectores que comparten o buscan la toma del poder estatal. 

En este contexto, los movimientos y partidos politicos estan obligados a proponer a la sociedad, los mejores y más formados militantes de sus filas para dirigir el Estado en calidad de dignatarios; sin embargo,  puede pasar, como en efecto pasa, que estos militantes, habiendo alcanzado el poder político para trabajar por el bien común, ya sea desde una visión de izquierda, derecha u otras corrientes políticas, se apartan de este objetivo para satisfacer sus propios intereses corporativos, personales, familiares o actúan en base a desafectos o afectos, abusando del poder otorgado en las urnas para boicotear, mentir, chantajear, insultar, amenazar, confabular u otras acciones que sobran cuando las ideas faltan.

Estas situaciones le quitan valor al sistema politico y ponen en riesgo la democracia. El oportunismo aleja a los partidos políticos de su misión social. En esos casos, pensar en la autodepuracion de los órganos Ejecutivos o legislativos es una salida democratica en todos los niveles de gobierno. En Ecuador, la autodepuración de los gobiernos locales cuenta con un  avance normativo en los articulos 332 y 333 del Codigo Organico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización COOTAD vigente. En el caso de la Asamblea Nacional, la propuesta presidencial merece un análisis y debate profundo que logre corregir estos desvios de la democracia y se pueda expulsar del sistema político las prácticas oportunistas de politiqueros sin formación ni conciencia.